sábado, 11 de abril de 2009

Día Seis

Desperté, me bañé, desayuné papas sabor cebolla con especias, agua, galletas y mandarinas "Cuties".
Una mandarina Cutie es aquella mandarina que es fácil de pelar y no tiene semillas. Es pequeña, bonita y dulce. Me acuerdo que una vez estaba en clase de diseño con Brenda, mi mamá me mandó una mandarina de lunch. Esa era una santa mandarina, era enorme y la cáscara era tan dura que tuvimos que sacar un poderoso cutter para poder pelarla.
empezamos otra vez el camino y porfin me dí cuenta de cuánto extrañaba en clima mexicano. Lo que quiero decir es que volteabas para arriba y veías un cielo preapocalíptico que parecía gritar: "ten miedo porque habrá una tormenta" y la suave brisa y los 25ºC te hacían sentir que estabas en Acapulco.
Manejamos otro rato y hubo otra inspección, aunque esta fue mucho más rápida que la primera porque enseñamos el papel en el que demostrábamos que ya habíamos pagado nuestros impuestos.
Cuando íbamos pasando por Nuevo León tuve otra de esas "experiencias religiosas". En uno de los pueblos que hay a la orilla de la carretera, en esos que las casas son de unos 6 metros cuadrados y las puertas son de aluminio, las cortinas son pedazos de sábanas y la gente está sentada afuera de sus casas porque seguramente el calor interior es insoportable. En uno de esos pueblos que parecen haberse atascado en 1960 y no hay escuelas y todos los días seguramente son como el día anterior. En uno de esos pueblos comprendí el significado de algo que he visto innumerables veces en las caricaturas pero nunca en la vida real. Ví la clásica pelota de vegetación seca que es arrastrada por el viento.
No sé, fue como un sentimiento de tristeza, abandono, resignación. Literalmente, fue una de esas cosas que sólo había visto en televisión pero en la que jamás creí completamente. Es como si el polvo y el tiempo lentamente se comieran a los habitantes de este pueblo que estaban inmóbiles bajo la sobra de sus corroídas casas. Lo único que reflejaba algun signo de vida era esta bola rodando con el viento. Fue un abandono muy profundo que sólo duró unos cuantos segundos que transcurrían mientras nosotros recorríamos ese camino a 90km/h, aun así siento que ese instante duró una eternidad.
Después pasamos nuevamente por el lugar en el que originalmente íbamos a dejar la ropa, un lugar cerca de Matehuala en el que las personas venden pieles de serpiente para sobrevivir. No miento, las casas son de pedazos de madera, lámina y lona. No hay nada, tomé una foto con el berry pero no muestra mucho. Creo que ese es el problema. No hay mucho que ver. Es uno de esos lugares de los que podrías leer en el National Geographic, sorprenderte e imaginar que es algo completamente lejano. no que me llamó la atención esta vez fueron los niños de este lugar.
Del otro lado de la carretera había un grupo de alrededor de 12 niños reunidos alrededor de un columpio hecho de madera y fierro. Sólo una persona puede utilizarlo a la vez así que estaban todos reunidos alegremente empujando al niño que en ese momento estaba montado sobre el columpio. No sé, me recordó a esas historias que contaban los adultos estilo: "y cuando yo tenía tu edad mis papás nos compraban una paleta de hielo para mí y mis 11 hermanos, cada quién podía darle solamente una mordida".
Creo que es la falsa nostalgia que nos ha enseñando a valorar la televisión, tiempos en los que los videojuegos no existían, tiempos en los que los niños jugaban con otros niños y no había problemas de inseguridad por lo que andaban solos en la calle hasta la noche y lo peor que podía pasar era llegar con las rodillas raspadas o algo así.
Es algo que yo ya no conocí pero que todavía puede verse en este tipo de lugares, ellos se han olvidado del flujo del tiempo y siguen con su vida cotidiana y el tiempo se ha olvidado también de ellos, es un lugar de otra época.
Seguimos manejando, un poco antes de llegar a Querétaro me arrepentí seriamente de lo que escribí el otro día. Este atardecer fue bellísimo. No había nubes surrealistas en el cielo ni colores melancólicos que lo adornaran. El cielo era de un azul pálido pero me dí cuenta de que en lugar de proyectar mi juicio de belleza al cielo debería de fijarme de lo que tengo frente a mí. El sol amarilloso/dorado cae suavemente sobre unas montañas llenas de nopales y el pasto seco y amarilloso adquiere una tonalidad cálida que te deja hipnotizado mientras baila con el viento. Para mí toda esta escena fue un "Bienvenida a casa".
Antes de que se terminara de ocultar el sol leí maniáticamente el libro de Marxism and Communication porque sabía que después no tendría tiempo. Lo mejor fue cuando llegué al último capítulo en el que decían algo así como: "What can I do?" y la respuesta era "Join the Zapatistas". Sólo sentí como mis labios se retorcían para formar una sonrisa, lo sabía en el fondo pero nunca esperé verlo en un libro. El autor decía esto porque decía que para lograr un cambio era necesario involucrarse y ser un ciudadano participativo en la solución de conflictos locales y este era un buen ejemplo.
En la noche llegué porfin a mi casa. Creo que mi mamá me extrañaba porque me estuvo marcando al celular. Bajé las maletas, saqué mi ropa nueva, mis popTarts, corrí a probar mi mario Kart y pasé por mi escritorio por la computadora. En el pizarrón mi mamá me escribió un tierno mensaje de bienvenida. Me rompe el corazón saber que la persona que se fue, la persona a la que extrañó ya no regresará. Es como la canción de We're Forgiven: "Each day part of me diappears".
Lo más extraño fue entrar a mi habitación. Se notaba que la habían limpiado mientras no estaba. Había ropa limpia sobre mi cama que tengo que guardar. Fue un viaje largo y me siento cansada, y sucia pero no tengo ganas de bañarme. Busqué abajo de mi almohada una piyama usada para mañana cambiar mis sábanas y echarla a lavar. Lo que encontré fueron los shorts y la playera que traía puesta hace una semana, la ropa que usé mientras estaba sentada en mi cuarto contratando "Diarios de Motocicleta". Siento como si hubiese pasado mucho tiempo desde entonces, como si esa ropa perteneciera a otra persona y yo no tuviera derecho de usarla.
Es raro, es mágico, es un sentimiento más grande de lo que mi corazón puede describir.
Fin.

3 comentarios:

The Black book of life by Lucía... dijo...

je mi querida oso, me encantas... te amo y te extraño, espero verte pronto... sé feliz... por cierto publiqué un video en mi blogg, sólo salgo yo y es unos segundos, pero pues está padre el efecto jajajaja... te amo ahí diles a los demás que si quieren darse una vuelta por mi blogg estaré ahí (mi cara) jajajaja te amo¡¡

The Black book of life by Lucía... dijo...

je mi querida oso, me encantas... te amo y te extraño, espero verte pronto... sé feliz... por cierto publiqué un video en mi blogg, sólo salgo yo y es unos segundos, pero pues está padre el efecto jajajaja... te amo ahí diles a los demás que si quieren darse una vuelta por mi blogg estaré ahí (mi cara) jajajaja te amo¡¡

Ignacio dijo...

simplemente bello =)